jueves, 5 de agosto de 2010

Historia


EL COLEGIO METODISTA DE SANTIAGO, pertenece a la Iglesia Metodista de Chile, y es una expresión más de su centenaria labor de predicación, enseñanza y servicio al país.

El Colegio Metodista de Santiago, se crea en 1956, siendo el pastor de la Segunda Iglesia de Santiago el Rvdo. Samuel Araya. Su esposa, Sra. Ana Zottele de Araya, es la primera directora y las clases se realizaban en las dependencias de la Iglesia.

A partir de 1972, bajo la Dirección de la Sra. Ruth Retamal, y con el fin de atender a los hijos de padres que trabajan todo el día, se extiende la labor educacional, incluyendo el almuerzo.
Durante 1984, siendo directora
la Sra. Liddy Gonnet B., se obtiene el reconocimiento del estado, por Decreto Exento N° 4517 del 30 de agosto de 1984, llamándose “Escuela Básica Particular 1257 Metodista”

En 1988, la escuela completa la educación general básica y su extensión a Educación Media, en la modalidad científico-humanista, se hace realidad a partir de 1991, llamándose desde entonces, “Colegio Metodista de Santiago”

El colegio Metodista de Santiago, atiende preferentemente a los hijos de padres que trabajan jornada completa fuera del hogar y que necesitan de la permanencia del niño en el colegio, para cumplir su labor con tranquilidad, para lo cual imparte clases sistemáticas en sus diferentes niveles desde las 8:00 hasta las 18:00 horas, en forma continuada ofreciendo talleres de expresión a sus alumnos.

En 1990 un grupo de padres, profesores y alumnos, en respuesta a sus principios cristianos, decidieron invitar a los niños con algún tipo de discapacidad, a compartir con ellos una jornada escolar semanalmente. Este permanente compartir, lleva a la creación, en ese año, del Proyecto de Integración.

El trabajo de Integración, responde a los principios cristianos que rigen el actuar del colegio enfatizando el derecho que tienen las personas que presentan alguna necesidad especial para desarrollarse en un ambiente normalizador, heterogéneo.

En el año 2001, nos integramos a la modalidad de Particular subvencionado, llamándose desde entonces “Colegio Metodista de Santiago"

Visión del colegio


"La educación necesita ser entregada de tal forma que todos se beneficien de ella de acuerdo a sus necesidades físicas, cognitivas y espirituales en un ambiente de respeto, compromiso y amor. Donde el ser humano desarrolle la conciencia de sí y de su entorno, ejercite su libertad, asuma responsabilidades y se sienta respaldado como persona; llevando en sí una gama de saberes, valores, competencias, destrezas, habilidades y actitudes con capacidad de asumir sus derechos y deberes de manera que lo conviertan en un agente activo de la construcción del reino en una sociedad postmoderna".

Misión


El colegio tiene como misión formar personas en el marco valórico del cristianismo, proporcionando los medios necesarios para que descubra y forje su propio proyecto de vida, a través de un programa educativo flexible y de acuerdo a las necesidades sociales y personales del estudiante apuntando hacia la excelencia académica centrada en la persona y en su entorno para lograr un desarrollo personal con fuerte orientación en los valores y conocimientos que permitan al estudiante integrarse, ya sea en la educación superior, vida laboral o social, siendo una persona capaz de contribuir en la construcción de una sociedad basada en los valores y principios del Evangelio.

viernes, 30 de julio de 2010

LA ALEGRIA




El niño, desde su más tierna infancia, de ser educado para la alegría poniéndole en contacto directo con el equilibrio, el orden, la fuerza y la belleza de los seres que le rodean. Ha de percibirlos, sentirlos Y. amarlos para sentirse y amarse a sí mismo como parte integrante de la maravilla del Universo.

LA ALEGRIA SE APRENDE.

Sí, se aprende a ser alegre y el aprendizaje de la alegría debería ser tarea primordial en el hogar y en la escuela. Si es verdad, como diría R. Guardini, que "Educamos más por lo que somos que por lo que hacemos o decimos"..., ser adultos alegres, cambiar nuestras actitudes deprimentes, negativas y derrotistas por otras entusiastas, positivas y esperanzadoras, sería la "conditio sine qua non", de una educación para los valores humanos.

La alegría de vivir, la alegría de compartir con otros la propia existencia ha de ser potenciada, incrementada y enriquecida con la ejemplaridad del educador. Esta constituye uno de los elementos esenciales de su personalidad educativa: la encarnación ele ¡os valores que, con su ejemplo, presenta al educando de manera experiencial y viva. A mi juicio, el valor de los valores o el denominador común de todos ellos es, sin duda, la alegría.

Al erigirnos los adultos en mediadores entre el educando y el mundo de los valores, su asimilación quedará tanto más garantizada cuanto más los presentemos encarnados en nuestro ser y en nuestra conducta, marcados siempre con el signo inconfundible de la alegría.

LA ALEGRÍA SE DESCUBRE.

El niño descubre la alegría al sentir su propia vitalidad y su propio cuerpo en perfecto funcionamiento. Los sentidos que le abren a la vida, te enseñan a descubrir las primeras alegrías, marcadamente instintivas. De forma gozosa, la piel «se alegra» en los besos v las caricias de la madre; los ojos disfrutan y «se alegran» con la variedad y matices de formas v colores; la boca se «alegra» con el placer que le produce la succión del pecho materno, y el oído se complace alegremente con los sonidos armoniosos.

Paulatinamente, el ser humano va evolucionando hacia una alegría menos sensitiva y corporal y más interior, profunda y espiritual en la medida en que accede a la completa madurez mental y psíquica. la paz interior, la armonía y entendimiento con nosotros mismos y la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir, preparan el camino hacia esa alegría sublime que pone en paz al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla, engarzada y asociada a los más nobles sentimientos que anidan en el corazón humano